A Jeanette le pasaba lo que a Rajoy le sucede. Una era rebelde “porque
el mundo me hizo así”; y el otro es incumplidor porque la realidad le
obliga a ello. Pobrecillo. De ahí no le sacas al presidente. En el Debate
sobre el Estado de la Nación se siguió agarrando al ardiente clavo de lo
inevitable… justo como había venido haciendo los 14 meses precedentes.
El caso de Rajoy es más problemático que el de la cantante.
Jeanette nos reconocía que “nadie me ha tratado con amor”, que “nadie me
ha querido nunca oír”, y que “siempre sin razón me negaron todo aquello que
pedí”. A Rajoy, sin embargo, en modo
alguno le falta amor; y en modo alguno escasean quienes quieren escucharle con
devoción y reverencia. El cariño
periodístico que le brindan los Marhuenda de turno difícilmente puede ser mayor:
“nunca desde La Razón me negaron todo aquello que pedí”, debiera decir la
estrofa.
No obstante, a pesar de que Rajoy
sí tenga quien le escriba (ya quisiera el coronel de García Márquez), la “deuda
recibida” siempre está ahí para seguir echando cables. Y sin duda que el
Gobierno de Zapatero fue calamidad de calamidades. Sin duda que fueron paupérrimas las cuentas dejadas por el anterior
Ejecutivo, pero también sin duda cabe hacer algunos matices:
1. El PP, antes de llegar a Moncloa, gobernaba ya en muchísimas Comunidades
Autónomas y en muchísimos Ayuntamientos. Hacerse el completo sorprendido justo
al llegar al Gobierno resulta ridículo. Seguir haciendo pucheritos y ademanes
de sorpresa en febrero de 2013… roza algo más que el bochorno.
2. El PP conocía sobradas
ineficiencias, sobradas duplicidades, sobrados gastos superfluos y sobradas
ruinas de nuestro modelo de Estado. Era
su obligación conocer esos despropósitos que existen en la actual
Administración Pública. De hecho, es inconcebible
que no los conociera, dado que es coautor y cómplice de los mismos. Y a su
vez, que tales desmanes se hayan seguido sosteniendo a lo largo del tiempo, no es
despiste o candidez. Esos desbarres cuentan con una auténtica finalidad: servir al
interés clientelar del establishment.
3. Hay multitud de cuestiones donde optar por una política u otra no es
cuestión de dinero. Dos apuntes como
ejemplo: (a) el PP de Rajoy se había comprometido a trabajar por una
Justicia independiente. Pronto se ha observado que prefiere darle continuidad a
la hedionda costumbre de colar las respectivas cuotas partidistas en el Consejo
General del Poder Judicial [PP y PSOE rechazan una iniciativa de UPyD para despolitizar la Justicia]; (b) a Bolinaga, el Gobierno le concedió el tercer
grado, y desde luego que no son razones presupuestarias las que podían explicar
que faltara a su palabra. Para más inri, al incumplimiento se le añadió otro
cobarde, obsceno y rastrero engaño: simular que se había visto obligado a ello
por la ley.
4. Si el PP hizo un programa de política ficción por inocente ignorancia,
tan nociva ingenuidad no sólo sería irresponsable. Si el PP hizo política ficción con el propósito de que le resultase más
fácil ganar las elecciones, tal mentira sería sencillamente repulsiva. Ambas
posibilidades, como se observa, son a cuál peor.
5. Ese soniquete en el que anda Rajoy (“No he cumplido con mis
promesas, pero tengo la sensación de haber cumplido con mi deber”) tan sólo
evidencia que en el deber del presidente estaba el incumplimiento. Pura lógica.
Pues eso. Jeanette fue “rebelde”
porque ése era su sino (al menos así lo cantó); y Rajoy es incumplidor porque así lo marca su hado (al menos así nos lo
cuenta… quedándose más ancho que largo).
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artículo también publicado en Tribuna de Salamanca (27-2-2013).