martes, 19 de noviembre de 2013

Las huellas del futuro


John Berger escribió: “Las huellas no son sólo lo que queda cuando algo ha desaparecido, sino que también pueden ser las marcas de un proyecto, de algo que va a revelarse”. Intentemos extrapolar a la política española.

Las huellas que ha dejado el bipartidismo reinante son innegables. Ahí está su gloriosa contribución a la hecatombe. Pero esas huellas no sólo muestran el rastro de lo que pasó, sino que anticipan los pasos de lo que volverá a pasar, si no se remedia.

Prueba de ello es cómo PP y PSOE de nuevo se han repartido (con `diurnidad´ y alevosía) el Consejo General del Poder Judicial. Entran como paquidermos en cacharrería. Y en este último pisoteo de la división de poderes, nacionalistas e IU se han prestado al reparto con alborozo. Es algo que debiera avergonzarles, pero nadie se inquiete: la conciencia del duunvirato y su comitiva ya ha hecho callo [“Tratan a España como si fuera su cortijo”, había apuntado sobre este tema Rosa Díez].

PP y PSOE han acabado encontrándole morbo a saltarse principios básicos del funcionamiento democrático. La traición al Estado de Derecho forma ya parte de la idiosincrasia del duopolio. Vulnerar la división de poderes es un ejemplo, pero el listado va siendo inagotable: desde vejar con contumacia el principio de `una persona, un voto´; hasta mancillar de manera mezquina el más mínimo principio de transparencia [“El Gobierno despacha en siete líneas 20 preguntas sobre Bárcenas”: para más inri, 20 preguntas que Rajoy ya había dejado sin respuesta cuando compareció a regañadientes en el Congreso].

No van a faltar cómplices para que el tifón prosiga su destrozo. Este tifón de avasallamiento democrático no es una catástrofe natural e imprevista. Este tifón ha contado con sus putrefactos protocolos de actuación. Y esos protocolos hacia la ruina (ruina no sólo económica) disponen de ejecutores, pero también de comparsas y colaboracionistas.

Recientemente, Irene Lozano daba cuenta de esa “oligarquía política, económica y mediática” que se frota las manos ante una cacareada recuperación. Mientras no olvidemos que la recesión es distinta de la crisis y de la creación de empleo, resultaría comprensible alegrarse. Sin embargo, lo lamentable es que en esa sobredimensionada recuperación vuelva a encontrar asidero el inmovilismo. Lo penoso es que el establishment busque así perpetuar su poder, su casta y su privilegio. Lo infecto es que la propagandística recuperación sea, como advertía Lozano, “el cerrojo a todas las ansias de democracia. 

La oligarquía de varias cabezas (oligarquía política, económica y mediática) va a seguir poniendo buen empeño en blindar sus particulares intereses. Por mucho que esos privativos intereses entren en contradicción con el interés general y la higiene democrática, lo primero es lo primero (dirán) y lo segundo va después.

Los intereses creados y creídos tienen ya todo dispuesto. Todo dispuesto para empecinarse en que volvamos a creerles. Si no lo remediamos, volverán por sus fueros cual golondrinas becquerianas: Volverán los oscuros trapicheos / en tu balcón sus nidos a colgar”; “Volverán las tupidas corrupciones / de tu jardín las tapias a escalar”; y así, en ese plan, suma y sigue.


El oligárquico chiringuito ha dejado sus huellas. Esas pisadas no son sólo vestigio de un naufragio pasado. Esas pisadas son la estela por la que desean proseguir quienes encuentran, en ello, su (sin)razón de ser
 


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artículo también publicado en el blog personal de Tribuna de Salamanca (20-11-2013).