La película de David Trueba (Vivir es fácil con los ojos cerrados) fue la triunfadora en la
última edición de los Premios Goya. Como es sabido, el título emana de una
canción de los Beatles, y parecería que este Gobierno (al igual que Gobiernos
anteriores) siente una asombrosa predilección por el verso de Lennon. La diferencia es tan
atronadora, como musical: los muchachos de Liverpool sonaban muy bien; mientras
que la muchachada de Rajoy escasea de agudos, y desafina con los graves.
Cerrar los ojos ante la realidad
es una actitud muy humana. A veces hasta puede facilitar la vida, como apunta
la canción. El problema tal vez resida en las proporciones, y en la oportunidad,
y en las responsabilidades concretas
de quien ha decidido dar la espalda a los hechos.
No es lo mismo hacer castillos en
el aire, que pretender hospedarse, literalmente, en ellos. No es lo
mismo recurrir a la evasión, que abusar del escapismo. No es lo mismo recurrir
a lo ficticio para oxigenarse de (y comprender mejor) lo real, que apalancarse
en la ensoñación, y ser incapaz de deslindar entre fantasía y realidad.
Y junto a las proporciones y la
oportunidad, también están, decíamos, las responsabilidades de quien ha
decidido el metafórico cierre de ojos. Si
un Gobierno se empeña en mirar para otro lado ante los hechos que le resultan incómodos…
mal vamos. Esa tentación ya ha hecho callo en el duopolio gobernante, y las
legislaturas nos han venido brindando gloriosos ejemplos en los que el
Ejecutivo de turno se resistía a reconocer la obviedad. En ésas que seguimos.
La semana pasada, sin ir más
lejos, Gallardón declaró: “Este Gobierno no ha concedido un solo
indulto por un delito de corrupción”. Le dio a sus palabras un tonito muy
serio, para envolver su mentira de circunspecta afectación. Como los datos oficiales se apresuraron a desmentirle,
y como le debió resultar complicado tener que contradecir al propio BOE que él
mismo había escrito, tuvo que enmendar al día siguiente sus palabras.
Sin embargo, dado que rectificar
es de sabios, Gallardón nos sacó de dudas. Él no anduvo con rectificaciones,
porque él prefiere ir de sobrao. Por
eso balbució unas cuantas ruedas de molino, se empecinó en que el personal tragara
con ellas, y ofreció una absurda explicación, aún más petulante que la primera
tomadura de pelo. Ay, señor Gallardón:
hay que ser muy torpe para creerse tan listo.
Pero en fin, cómo nos va a
extrañar la actitud de ese ministro, si el propio presidente del Gobierno ni
siquiera es capaz de reconocer que ha habido rescate: el sistema financiero fue
intervenido, Europa inyectó más de 40.000 millones de euros, la llamada troika
se instaló en España hasta hace nada, y el Memorandum
of Understanding determinó las condiciones a cumplir. Pues bien, Rajoy no sólo decide cerrar los ojos ante
la innegable evidencia, sino que además adopta el postureo chulesco y despectivo hacia quienes desmontan mediante el
argumento su farsa.
“Debe de ser usted el único español que no sabe que nos han rescatado”,
le tuvo que recordar Rosa Díez (en
el último Debate sobre el Estado de la Nación) a ese airado Rajoy de
maleducados usos parlamentarios. Y éste es sólo un ejemplo: hay otros 40.000 millones de razones que
corroboran los engaños de Rajoy: un
presidente que prefiere cerrar los ojos, antes que afrontar las realidades que
le desagradan, y antes que reconocer la autenticidad… de su falsificación.
Recordemos a
Wislawa Szymborska, y su poema “La
realidad”. Puesto que la poeta polaca no suele aparecer en el Marca, quizá Rajoy no caiga en este
momento: “La realidad no se desvanece /
como se desvanecen los sueños. / Ni ruidos ni timbres / la dispersan, / ni
gritos ni estruendos / la interrumpen”. Y añade esta Nobel de Literatura: “Sin nosotros no habría sueños. / Aquel sin
quien no habría realidad / no es conocido”.
Frente a esos Poderes y Medios que creen manejar
la realidad a su antojo, frente a esos Poderes y Medios que aspiran a
amordazar, enmascarar, disfrazar, edulcorar o revestir la realidad, frente a
todos ellos, Szymborska ofrece su canto: “La
realidad no retrocede ni un paso”.
Sí,
presidente. Gobernar es fácil con los
ojos cerrados. Es más fácil, y mucho más irresponsable, a pesar de que sus coros mediáticos y sus
palmeros de partido aplaudan las performances
escapistas que practica.
Sí,
presidente. Gobernar es fácil con los
ojos cerrados. Pero la realidad
embarazosa no desaparece por el hecho de que hayamos decidido desatenderla.
Lo real no se ahuyenta: nos ahuyentamos nosotros, se ahuyenta nuestra
responsabilidad… cuando ignoramos o falsificamos esa realidad con la que tenemos
un compromiso.
Sí,
presidente. Gobernar es fácil con los
ojos cerrados. Pero Szymborska se lo susurra al oído: “No hay escapatoria, / la realidad nos acompaña en cada huida. / Y no
hay estación / en nuestro itinerario / en la que no nos espere”.
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artículo publicado (19-3-2014) en el blog personal de Tribuna de Salamanca.