domingo, 23 de marzo de 2014

Suárez lo intentó. ¿Y nosotros?


“Lo he intentado”, reza el epitafio de Willy Brandt. Considero que sería un epitafio válido también para Adolfo Suárez.

Ese mensaje implica voluntad y entusiasmo. Sin esos ingredientes no habría auténtica tentativa. Y ese mensaje implica, a su vez, una imprescindible y lúcida humildad.

“Lo he intentado” (aquel “Ich habe es versucht” del canciller alemán) es un epitafio que ahuyenta tentaciones de soberbia. Un epitafio que no se vanagloria de lo realizado (porque es consciente de que toca seguir realizándolo); y un epitafio que no incurre en presuntuosas arrogancias (porque en modo alguno se atribuye la obtención plena de resultados). Ese epitafio es una lección vital… y una elección ante la vida.

El intento no presume la consecución. Pero lo que no se ha conseguido en su totalidad no tiene por qué ser un demérito de quien trabajó por conseguirlo. Lo que dejó de hacerse después (incluso lo que se hizo después para estropear lo inicialmente hecho) no es culpa de quien comenzó a hacerlo.

Hay muchas cosas de nuestra democracia que requieren mejora. Hay mucha reconciliación que todavía está por alcanzar. Todo ello es una obviedad. Sin embargo, justo es reconocerlo: hubo personas que intentaron poner en marcha el sistema democrático; y hubo personas que trabajaron de forma incansable por afianzar esa necesaria concordia.

Entre esas personas, lugar bien preferente ocupa Adolfo Suárez: él lo intentó. Décadas después hace falta (mucha falta) que como sociedad estemos dispuestos a seguir intentándolo.


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artículo también publicado en el blog personal de Tribuna de Salamanca (26-3-2014).



 

miércoles, 19 de marzo de 2014

Gobernar es fácil con los ojos cerrados


La película de David Trueba (Vivir es fácil con los ojos cerrados) fue la triunfadora en la última edición de los Premios Goya. Como es sabido, el título emana de una canción de los Beatles, y parecería que este Gobierno (al igual que Gobiernos anteriores) siente una asombrosa predilección por el verso de Lennon. La diferencia es tan atronadora, como musical: los muchachos de Liverpool sonaban muy bien; mientras que la muchachada de Rajoy escasea de agudos, y desafina con los graves.

Cerrar los ojos ante la realidad es una actitud muy humana. A veces hasta puede facilitar la vida, como apunta la canción. El problema tal vez resida en las proporciones, y en la oportunidad, y en las responsabilidades concretas de quien ha decidido dar la espalda a los hechos.

No es lo mismo hacer castillos en el aire, que pretender hospedarse, literalmente, en ellos. No es lo mismo recurrir a la evasión, que abusar del escapismo. No es lo mismo recurrir a lo ficticio para oxigenarse de (y comprender mejor) lo real, que apalancarse en la ensoñación, y ser incapaz de deslindar entre fantasía y realidad.

Y junto a las proporciones y la oportunidad, también están, decíamos, las responsabilidades de quien ha decidido el metafórico cierre de ojos. Si un Gobierno se empeña en mirar para otro lado ante los hechos que le resultan incómodos… mal vamos. Esa tentación ya ha hecho callo en el duopolio gobernante, y las legislaturas nos han venido brindando gloriosos ejemplos en los que el Ejecutivo de turno se resistía a reconocer la obviedad. En ésas que seguimos.

La semana pasada, sin ir más lejos, Gallardón declaró: “Este Gobierno no ha concedido un solo indulto por un delito de corrupción”. Le dio a sus palabras un tonito muy serio, para envolver su mentira de circunspecta afectación. Como los datos oficiales se apresuraron a desmentirle, y como le debió resultar complicado tener que contradecir al propio BOE que él mismo había escrito, tuvo que enmendar al día siguiente sus palabras.

Sin embargo, dado que rectificar es de sabios, Gallardón nos sacó de dudas. Él no anduvo con rectificaciones, porque él prefiere ir de sobrao. Por eso balbució unas cuantas ruedas de molino, se empecinó en que el personal tragara con ellas, y ofreció una absurda explicación, aún más petulante que la primera tomadura de pelo. Ay, señor Gallardón: hay que ser muy torpe para creerse tan listo.

Pero en fin, cómo nos va a extrañar la actitud de ese ministro, si el propio presidente del Gobierno ni siquiera es capaz de reconocer que ha habido rescate: el sistema financiero fue intervenido, Europa inyectó más de 40.000 millones de euros, la llamada troika se instaló en España hasta hace nada, y el Memorandum of Understanding determinó las condiciones a cumplir. Pues bien, Rajoy no sólo decide cerrar los ojos ante la innegable evidencia, sino que además adopta el postureo chulesco y despectivo hacia quienes desmontan mediante el argumento su farsa.

“Debe de ser usted el único español que no sabe que nos han rescatado”, le tuvo que recordar Rosa Díez (en el último Debate sobre el Estado de la Nación) a ese airado Rajoy de maleducados usos parlamentarios. Y éste es sólo un ejemplo: hay otros 40.000 millones de razones que corroboran los engaños de Rajoy: un presidente que prefiere cerrar los ojos, antes que afrontar las realidades que le desagradan, y antes que reconocer la autenticidad… de su falsificación.

Recordemos a Wislawa Szymborska, y su poema “La realidad”. Puesto que la poeta polaca no suele aparecer en el Marca, quizá Rajoy no caiga en este momento: “La realidad no se desvanece / como se desvanecen los sueños. / Ni ruidos ni timbres / la dispersan, / ni gritos ni estruendos / la interrumpen”. Y añade esta Nobel de Literatura: “Sin nosotros no habría sueños. / Aquel sin quien no habría realidad / no es conocido”.

Frente a esos Poderes y Medios que creen manejar la realidad a su antojo, frente a esos Poderes y Medios que aspiran a amordazar, enmascarar, disfrazar, edulcorar o revestir la realidad, frente a todos ellos, Szymborska ofrece su canto: “La realidad no retrocede ni un paso”.

Sí, presidente. Gobernar es fácil con los ojos cerrados. Es más fácil, y mucho más irresponsable, a pesar de que sus coros mediáticos y sus palmeros de partido aplaudan las performances escapistas que practica.

Sí, presidente. Gobernar es fácil con los ojos cerrados. Pero la realidad embarazosa no desaparece por el hecho de que hayamos decidido desatenderla. Lo real no se ahuyenta: nos ahuyentamos nosotros, se ahuyenta nuestra responsabilidad… cuando ignoramos o falsificamos esa realidad con la que tenemos un compromiso.

Sí, presidente. Gobernar es fácil con los ojos cerrados. Pero Szymborska se lo susurra al oído: “No hay escapatoria, / la realidad nos acompaña en cada huida. / Y no hay estación / en nuestro itinerario / en la que no nos espere”.

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artículo publicado (19-3-2014) en el blog personal de Tribuna de Salamanca.