“Mi abogado pretende que ustedes crean que no sabíamos nada
de los campos de concentración. ¿Dónde estábamos cuando Hitler comenzó a clamar
su odio? ¿Dónde estábamos cuando nuestros vecinos eran arrastrados a media
noche? ¿Dónde estábamos? ¿Estábamos sordos, mudos, ciegos? Mi abogado dice que
no sabíamos nada del exterminio de millones de personas. ¿Nos justificaría que
conociésemos el exterminio de unos cientos? ¿Nos haría eso menos culpables?
Puede que no supiéramos los detalles, pero si no los sabíamos era porque no
queríamos saber”.
Cuánta actualidad encierran estas palabras. Pertenecen a la
película El juicio de Nuremberg (Stanley Kramer, 1961). Película que, en España,
el franquismo rebautizó como ¿Vencedores o vencidos? Un título falaz y
tramposo que aspiraba a generar el mismo engaño que también hoy buscan otros:
aquellos que, en relación al terrorismo etarra, se proponen que no existan
“vencedores” ni “vencidos”; al igual que pretenden la equiparación entre
“víctimas” y “verdugos”.
Ese tipo de farsas y enmascaramientos no me pueden
sorprender en una grimosa dictadura, como no me pueden sorprender en el
engranaje terrorista. Ça va de soi. Lo que me entristece (por desgracia ya ni
me sorprende) es que en esa estrategia de la confusión participen otros muchos
círculos que debieran ser bien ajenos a la vileza del terror.
En entrevistas varias, el diputado general de Guipúzcoa se
ha negado a pedir la disolución de ETA. ¿Cómo va a sorprenderme que un tipo de
Bildu se reafirme en la putrefacción que era de sobra conocida, y que fue
jurídicamente corroborada por el Tribunal Supremo? Lo que sí me resulta desolador es haber visto al lehendakari
Patxi López abogar con alborozo por la legalización de Bildu (a pesar de que este
partido nunca condenó el pasado de ETA y nunca pidió su disolución, y a pesar
de que el Supremo había ya sentenciado al respecto, etc, etc, etc). Lo que sí
me resulta bochornoso es que el ministro del Interior (el ministro de todos,
hayamos o no votado a su partido) salga con la hipócrita y descarada cantinela
de que “Bildu pierde credibilidad cada día que no pide la disolución de ETA”. Para
haber sido velocista en sus tiempos de juventud… ¡¡se dice despacio, don
Alfredo!! “Pierde credibilidad”, señala, sesudo, sin inmutarse. El esprínter
Rubalcaba siempre corrió más rápido que los escrúpulos. No tiene arreglo.
El testimonio con el que comenzábamos corresponde al juez
Janning: interpretado por Burt Lancaster, y sentado en el banquillo por haber
sido colaboracionista del entramado nazi. Ernst Janning había cumplido una
brillante carrera hasta que humana y profesionalmente se despeñó por los
precipicios del servilismo, la renuncia, la claudicación y el mirar para otro
lado: “Lo que solamente iba a ser una fase pasajera se convirtió en una forma
de vivir”. Por si alguien desea extrapolar, sirva el apunte como advertencia.
Al observar que su abogado está incurriendo en estratagemas
defensivas que le resultan detestables, es cuando Janning lanza la locución
reseñada. La película de Kramer, pues, permite vislumbrar la barbarie de los
bárbaros; pero también la de quienes pasaban por correctos, decentes, decorosos...
y buenos. Es decir, al margen de quienes directa y expresamente pusieron en
marcha las factorías de la atrocidad; siempre se requieren nauseabundas
complicidades, para que el ensamblaje funcione como un todo.
Cuando un día hagamos cuentas, balance y reflexión sobre lo
ocurrido en el siglo XX (vino a decirnos Luther King), “no nos escandalizará
tanto la maldad de los perversos, cuanto el silencio de las personas honradas”.
Qué enorme enseñanza… nunca del todo aprendida.
En un futuro, quizá alguien pregunte dónde estábamos unos,
otros, los de más allá, los de más acá... En un futuro, quizá alguien se
interrogue por ciertas cegueras, ciertas sorderas y ciertas mudeces. Cada cual
habrá de responder aquello que corresponda.
Sobre la infamia Bildu (infamia que incluye toda esa coreografía
de testaferros, cómplices, colaboradores, palmeros, tibios, acomplejados, neutrales, equidistantes...), UPyD ha mostrado en todo
momento su absoluta repulsa; y ha reclamado al Ejecutivo varias medidas ante el
recorte de libertades que supone tal ignominia.
A modo de cierre, entresaco este párrafo de Rosa
Díez, en su reciente artículo “Contra los neutrales”: “No dejaré de denunciar que la paz sin libertad no vale
nada. (…) Estábamos preparados para luchar contra los malos; pero nunca creímos
que tendríamos que luchar (además de contra `los que se dicen buenos´),
contra aquellos que considerábamos `de los nuestros´. Pero lo haremos porque
nos va la vida en ello; y no es retórica, es pura constatación de la realidad.
Porque no nos basta con que no nos maten: tenemos derecho a que nos dejen
vivir en libertad".