“¿Qué
hemos hecho los españoles para merecernos esto?”, pregunta un ciudadano. “Nada.
Y por eso nos lo merecemos”, responde el interlocutor que Máximo dibuja con su
trazo. La viñeta es de hace años, y aunque está vigente el sentido de lo que formula, cabría
establecer algunas puntualizaciones. Vamos con ellas.
En
democracia (en tanto que haya un mínimo de opción para elegir entre lo que
existe, o un mínimo de opción para crear algo nuevo que hasta entonces no
existía) los ciudadanos somos corresponsables de lo que ocurre en el escenario
político. Y somos corresponsables tanto para lo bueno, como para lo malo. Lo
que pasa es que a los logros nos apuntamos pronto; y ante los estropicios, sin
embargo, acostumbramos a escurrir el bulto.
Por
supuestísimo que hay ciudadanos que trabajan activamente, para ayudar a
subsanar los deterioros democráticos que tan omnipresentes hoy resultan. Pero
no menos cierto es que hay ciudadanos que han compadreado (por acción y
omisión) con las tropelías políticas que nos envuelven.
PP
y PSOE gobiernan y han gobernado. `Solos y en compañía de otros´ aglutinan un
jugoso historial. Cada vez que mermaron la independencia de la Justicia; cada
vez que okuparon las Cajas de Ahorros; cada vez que permitieron que el voto
de los ciudadanos no valiese lo mismo; cada vez que juguetearon con el
nacionalismo a reírle las gracietas y a imitar sus planteamientos; cada vez que
menoscabaron los mecanismos de control y contrapeso que caracterizan a todo
sistema democrático; cada vez que extendieron sus obscenas redes clientelares; cada
vez que se empecinaron en llevar imputados en sus listas; cada vez que
instrumentalizaron instituciones con mero afán partidista; cada vez que tomaron decisiones pensando en su exclusivo rédito
electoral; cada vez que propiciaron la ineficiencia e insostenibilidad del actual
modelo de Estado… etc, etc, etc; cada vez que todo eso pasó, ha habido muchos
millones de personas que sí hicieron algo: VO-TAR-LES.
Mientras
hubo ciudadanos que apostaron por botarles; otros, ciertamente, les votaron.
Mientras hubo ciudadanos que apostaron por depurar responsabilidades
democráticas y no quisieron que saliese gratis la superchería; otros decidieron
reafirmar, con su voto, los desgarros.
Entre las
deficiencias de nuestra cultura democrática está el escandalizarse… a tiempo
parcial. Mucha ciudadanía se lleva las manos a la cabeza sólo
cuando el desmán es cometido por las siglas que le son ajenas; mientras que mira gustosa para otro lado cuando la barbaridad es cometida por `los suyos´.
Asimismo,
también hay ciudadanos que han decidido parapetarse tras esas falaces naderías
de que `todos los partidos son iguales´ (curiosa forma de sustituir el juicio
informado y racional… por el simplificador prejuicio); y también hay ciudadanos
que se dejan engatusar por el demagógico dicho de que `el pueblo nunca se equivoca´ (proclama que
de forma interesada lanzan unos, para que otros piquen en tan adulador y
estúpido anzuelo).
En
definitiva, y respondiendo a la viñeta de Máximo, los ciudadanos sí hemos hecho
cosas: algunos se han cruzado de brazos; algunos han decidido incurrir en
injustas generalizaciones; algunos han decidido rasgarse las vestiduras de
forma sectaria y maniquea; algunos se han hecho cómplices del desfalco
económico, institucional y democrático.
También algunos, sin embargo, actuaron de forma distinta. Por ejemplo quienes constataron que la oferta política ya había
evidenciado su incompetencia. Ante esa verificable realidad, en vez de optar por el pueril
lamento, osaron emprender camino, y decidieron crear un nuevo partido.
Ese
partido se llama UPyD, y celebra esta semana su quinto aniversario. Cuando
nació, muchos auguraron su inmediato fracaso. Muchos vaticinaron su inminente
disolución. Muchos pronosticaron su temprano derrumbe. Bien. Para sorpresa de
listos y nigromantes... aquí estamos; aquí seguimos.
Las
reivindicaciones y propuestas que abandera UPyD (le pese a quien le pese) protagonizan
el debate político de nuestros días. A
pesar de que el `establishment´ partidista y mediático puso siempre buen empeño
en el suicida ninguneo de lo real, nadie hoy podría abstraerse a la
evidencia.
Frente
a quienes modifican sus ocurrencias en función de la conveniencia electoralista
de cada sitio, UPyD defiende el mismo discurso en toda España. UPyD nació para
afrontar una regeneración democrática que resulta indispensable. Una
regeneración democrática que permita dar respuesta a la crisis (no sólo económica)
que padecemos.
El
paisaje político no está así de mal porque una azarosa maldición haya acarreado
de forma repentina las desdichas. Algunos (desde los partidos, desde las
instituciones) pusieron obstinado ahínco en el destrozo. Otros (mediante su
voto, mediante sus actitudes) pusieron no menos perseverancia en reafirmar el
daño.
Reconozcámoslo:
los ciudadanos hemos tenido opciones, y no cabe escudarse en que la avalancha
nos ha pillado de improviso. Dado que existía alternativa al `más de lo mismo´
y al `todo es igual´, corresponde reconocer que hemos votado por debajo de
nuestras posibilidades. ¿Vamos a seguir reincidiendo?
***
artículo publicado en Tribuna de Salamanca, 26-9-2012.