jueves, 23 de octubre de 2014

He visto cosas que vosotros no votaríais


"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Es el mítico monólogo de la película Blade Runner. El monólogo final del replicante.

En la vida política que nos envuelve, todas las semanas vemos cosas que también cuesta creer, aunque más cuesta ignorarlas. Tanto por razones democráticas, como por razones económicas, la indiferencia siempre conlleva mayor coste.

He visto cosas que vosotros no votaríais. Saquear cajas de ahorros más allá del Banco de España, y más acá de esa okupación partidista de las mismas. He visto consejeros en llamas hacerse las víctimas, cuando les han pillado con el carrito de las black. He visto tarjetas-B brillar en la oscuridad (quizá por ser tan opacas), cerca de la puerta de Génovahäuser, y próximas a la puerta de Ferrazhäuser. Todas estas abyectas sinvergonzonerías espero que no se pierdan en el recuerdo como lágrimas en la lluvia. Es hora de votar. De votar para botarles. De votar para botar… a tanto replicante sin escrúpulos, que harían sonrojar a todo Orión.

He visto cosas que vosotros no votaríais. El lunes 20 de octubre, sin ir más lejos, Cospedal nos aseguró que el PP tomará una decisión sobre Rato “dentro del ámbito de la rapidez”. Qué hermosura: “Dentro del ámbito de la rapidez”. Creíamos que Cospedal no podría superarse. Creíamos que aquello de “la indemnización en diferido” para Bárcenas difícilmente podría igualarse. Pero no. Cospedal es al lenguaje tramposo, como Usain Bolt al atletismo. Cospedal siempre puede sorprenderte con un hallazgo. Siempre puede deslumbrarte con un requiebro que se convierta en una nueva plusmarca.

He visto cosas que vosotros no votaríais. Ese mismo lunes, sin ir más cerca, escribía Esperanza Aguirre un asombroso artículo en Abc. Un artículo sobre las tarjetas opacas de Caja Madrid. Aguirre, con todo su cuajo, hablaba de las Cajas como si ella fuese una alienígena que de repente ha llegado a la tierra, y se entera de esas sucias tropelías que se han practicado en los Consejos de Administración. Hablaba como si ella nunca hubiera peleado  por colocar a su candidato al frente de la Caja. Hablaba como si ella no perteneciera a uno de esos partidos que han entrado en las Cajas… hasta quebrarlas.

He visto cosas que vosotros no votaríais. He visto a palmeros gubernamentales, decir que todo lo que se va sabiendo sobre tarjetas y consejeros… se debe a la heroica acción del Gobierno. Y he visto a Blesa (el amiguito de Aznar) plantear que Mapfre pague su fianza.

He visto cosas que vosotros no votaríais. Y me fascina observar que el PP, el PSOE e IU se rasgan ahora las vestiduras… después de haber ido colocando a su gente en los correspondientes cenáculos de las Cajas. Seguimos a la espera de que Pedro Sánchez llame a Sálvame para explicarnos cuál fue su papel como miembro de la Asamblea de Caja Madrid, entre 2004 y 2009. En todos esos años, ¿vigiló, supervisó, controló, fiscalizó… algún desmán de cuantos por allí afloraban? Y si no es así, ¿para qué servía ser insigne miembro de esa Asamblea?

Todos hemos podido ver cosas. Por cierto. El alcalde de Salamanca, además de alcalde, es también presidente del Comité Nacional de Derechos y Garantías del PP. Ese órgano que deberá decidir (algún día) sobre Rato y el resto de militantes que dispusieron de tarjetas opacas.

El PP es un partido en el que Bárcenas llevó las finanzas durante casi tres décadas. Es decir, no es un partido que se caracterice por los pulidos controles internos ni por la minuciosa  exigencia de responsabilidades. De modo que (aparte de triquiñuelas y juegos florales) nada cabe esperar a ese respecto.  Ahora bien. A estas alturas… importan mucho las bajezas. Y más allá de lo que el PP haga y deje de hacer, lo ineludible es que los responsables del ingente desfalco devuelvan el dinero, y rindan cuentas ante la justicia.


Hay un partido que desde su nacimiento se opuso a la colonización partidista de las Cajas. Un partido que, habiendo tenido ocasión de participar en los CAJAmanejes, renunció a esa infección. Un partido cuyas acciones judiciales (entre otras la querella Bankia y la querella preferentes) posibilitan la expectativa de que este saqueo… no salga gratis a los saqueadores. Ese partido, le pese a quien le pese, se llama UPyD.


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artículo difundido/publicado en esRadioTribuna de Salamanca (21 y 22 de octubre de 2014).

martes, 7 de octubre de 2014

Defensa de la ciudadanía


Sabido es: no es lo mismo tener apéndice que padecer apendicitis. Esa gráfica distinción la expuso hace años Julián Marías, para explicar que uno puede pertenecer a una nación, sin que por ello tenga que ser nacionalista.

Décadas después sigue siendo necesario realizar esas clarificaciones. El pasado domingo vi a un señor haciendo una entrevista desde un sofá televisivo. Ese entrevistador pasó a considerar “facha” el defender la igualdad de derechos y libertades de todos los españoles. Los nacionalistas (y los que creyendo no serlo reproducen las mismas milongas del nacionalismo) son muy rápidos enarbolando el espantajo del “facherío” o considerando “nacionalistas españoles” a cualquiera que no esté entre sus huestes. 

A la vista de toda esa educación para la identidad que por tantos altavoces se difunde, quizá sería higiénico contemplar algún apunte:

1. Defender la integridad de un Estado no equivale a ser nacionalista. Algunos no queremos levantar fronteras; algunos no deseamos que se fragmente la ciudadanía; algunos rechazamos esa pretensión de convertir en extranjeros a nuestros conciudadanos; algunos pretendemos salvaguardar y mejorar el Estado de Derecho, como mejor anclaje en el que poder desenvolver nuestra ciudadanía. Guste más, guste menos, lo dicho nada tiene que ver con las habituales ínfulas del nacionalismo. 

2. El nacionalismo diseña una identidad como hegemónica. El nacionalismo ensalza (y si tiene ocasión, impone) una modelada identidad que erige en prioritaria. Por eso el franquismo era nacionalista: porque pretendía instaurar un modo de ser español. Un modo de ser a la medida de las fantasmagorías franquistas. Es la misma lógica (la misma y triste lógica) que hoy siguen empleando otros nacionalismos: instaurar un patrón para ser catalán, para ser vasco, para ser… lo que corresponda.

3. El auténtico concepto de ciudadanía no va circunscrito a lo identitario. El auténtico concepto de ciudadanía no está subordinado a un condicionante de tipo étnico, cultural, religioso, ideológico, racial… No. No se es ciudadano de 1ª o de 2ª en función de ajustarse mucho, poco o nada al molde predeterminado. No se es un buen o mal ciudadano por el hecho de cumplir con el pack que configuran los ingenieros de las esencias.

4. Las identidades que cada cual elija no han de sumar ni restar a nuestra condición de ciudadanos. Esas identidades deberán ser voluntarias, autónomas, opcionales. No impuestas. No asignadas. Dicho de otra forma: las identidades no son un salvoconducto para poder ser ciudadano; sino que somos ciudadanos, y como opción individual y libre cada cual elegirá sumarse a las identidades que desee.

Fernando Savater, el gran Fernando Savater, acaba de publicar su último libro: una espléndida Defensa de la ciudadanía. Ciertamente, hace mucha falta defender la idea de ciudadanía (tan sustancial al ejercicio democrático), y distinguirla de esas abstracciones o entelequias tan al uso: “el pueblo”, “la calle”, “la costumbre”, “la tradición”, “los derechos históricos”, "los derechos de los territorios", etc, etc.

La ciudadanía son los derechos, deberes y garantías que nos corresponden… a las personas. Y eso no está supeditado a ser nativo de ni creyente en. Ser ciudadano no depende de tener apellidos adscritos a determinada raigambre, ni depende del color de piel, ni de la orientación sexual, ni de la fe que se profese, ni del mayor o menor aprecio que se le tenga al paisaje que te envuelve.

No nos dejemos embaucar cuando el nacionalismo disfrace sus pretensiones en el amor (el amor a la tierra, a la cultura, a la lengua… y todo el blablablá correspondiente). Hace 30 años, y con la misma lucidez que en la actualidad, Savater ya nos advertía: “Del sentimiento de amor al propio terruño no se deriva forzosamente la ideología nacionalista, del mismo que el incesto no es una consecuencia inevitable del amor filial” (Contra las patrias, 1984).

Pues eso. No es lo mismo el apéndice que la apendicitis. No es lo mismo el amor filial que el incesto. No es lo mismo la ciudadanía que la identidadY por supuesto (permítanme la primicia), no es lo mismo escuchar a Oriol Junqueras… que aprender con Savater. 
 

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artículo publicado en Tribuna de Salamanca, 8-10-2014.