Los dos partidazos que a día de hoy tienen más posibilidades de seguir desgobernándonos… nos brindan lecciones fantásticas y espectaculares: de fantástico sonrojo y espectacular bochorno.
Dentro de la gloriosa exhibición que vienen dando los dos partidos mayoritarios, reseñable es su indiferencia hacia lo que sucede en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Esa indiferencia (como suele ser habitual en todas las apatías) resulta negligente e interesada. Por supuesto que no es una indiferencia arbitraria: ese inmovilismo socialista y popular evidencia el particular rédito que extraen para sus respectivas filas.
La instrumentalización partidaria transforma las instituciones en un penoso patio de mi casa. Un patio de mi casa, por definición, particular y partidista. Un patio de mi casa, claro, donde el interés general y la higiene democrática acaban brillando por su amordazamiento.
En esas derivas es cierto que también son otros partidos los que obtienen su ventajismo, pero si aludimos de manera específica a PSOE y PP, se debe a que mayor responsabilidad tienen a la hora de haber propiciado la befa que se apunta.
PSOE y PP dicen mostrarse muy preocupaditos por la calidad de nuestro sistema democrático. Bien está si así es. Mejor estaría que así fuera. Si pasamos de la palabrería a los hechos, podrá comprobarse cuánta preocupación veraz encierra su desvelo.
La calidad y eficiencia de un Estado de Derecho algo tiene que ver con que la división de poderes sea auténtica (y no simulacro), real (y no ficticia), verdadera (y no de apaño). Seguro que hasta PSOE y PP llegarían a estar de acuerdo en esto. Si les queda un rato entre exabrupto y exabrupto, si les queda un rato entre el dime y el direte con que intentan justificar lo injustificable de su labor gubernamental y opositora, es posible que hasta coincidan en la enunciación. Sin embargo, agotado el canto a la galería, observaremos que pronto se esfuerzan por volver a la lógica de sus andadas.
Disponer de una justicia independiente es requisito ineludible para que, cuando hablemos de democracia, no estemos nombrándola en vano. Y en consecuencia, que el mero interés partidista siga dirimiendo los nombramientos del CGPJ, no parece muy acorde con esas pretensiones democratizadoras con las que se le suene llenar la boca al bipartidismo reinante.
Ambos partidazos han tenido una reciente ocasión para mostrar cuánto de cierto hay en esa preocupación por la salud democrática de las instituciones. UPyD presentaba (Comisión de Justicia del Congreso, 29-10-09) una proposición no de ley para modificar el procedimiento que en la actualidad se sigue a la hora de designar a los miembros del CGPJ. La proposición trataba de frenar que el poder legislativo designe sin rubor a esos vocales, intentando evitar que endogamia y amiguismo sea aquello que determina el reparto de la tarta.
A día de hoy, recordemos, los vocales del CGPJ están así repartidos: 18 vocales fueron propuestos por PSOE y PP (¡no parece que la propuesta de los 9 y 9 fuera azarosa!), y los otros dos miembros fueron propuestos por CiU y PNV (¡tampoco aquí el azar fue desmedido!: Margarita Uría fue diputada del PNV desde 1996 a 2008; y Ramón Camp ha sido diputado de CiU en el Parlamento catalán legislatura tras legislatura, y también senador de CiU en el Senado, y también diputado de CiU en el Congreso…).
Dentro de la gloriosa exhibición que vienen dando los dos partidos mayoritarios, reseñable es su indiferencia hacia lo que sucede en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Esa indiferencia (como suele ser habitual en todas las apatías) resulta negligente e interesada. Por supuesto que no es una indiferencia arbitraria: ese inmovilismo socialista y popular evidencia el particular rédito que extraen para sus respectivas filas.
La instrumentalización partidaria transforma las instituciones en un penoso patio de mi casa. Un patio de mi casa, por definición, particular y partidista. Un patio de mi casa, claro, donde el interés general y la higiene democrática acaban brillando por su amordazamiento.
En esas derivas es cierto que también son otros partidos los que obtienen su ventajismo, pero si aludimos de manera específica a PSOE y PP, se debe a que mayor responsabilidad tienen a la hora de haber propiciado la befa que se apunta.
PSOE y PP dicen mostrarse muy preocupaditos por la calidad de nuestro sistema democrático. Bien está si así es. Mejor estaría que así fuera. Si pasamos de la palabrería a los hechos, podrá comprobarse cuánta preocupación veraz encierra su desvelo.
La calidad y eficiencia de un Estado de Derecho algo tiene que ver con que la división de poderes sea auténtica (y no simulacro), real (y no ficticia), verdadera (y no de apaño). Seguro que hasta PSOE y PP llegarían a estar de acuerdo en esto. Si les queda un rato entre exabrupto y exabrupto, si les queda un rato entre el dime y el direte con que intentan justificar lo injustificable de su labor gubernamental y opositora, es posible que hasta coincidan en la enunciación. Sin embargo, agotado el canto a la galería, observaremos que pronto se esfuerzan por volver a la lógica de sus andadas.
Disponer de una justicia independiente es requisito ineludible para que, cuando hablemos de democracia, no estemos nombrándola en vano. Y en consecuencia, que el mero interés partidista siga dirimiendo los nombramientos del CGPJ, no parece muy acorde con esas pretensiones democratizadoras con las que se le suene llenar la boca al bipartidismo reinante.
Ambos partidazos han tenido una reciente ocasión para mostrar cuánto de cierto hay en esa preocupación por la salud democrática de las instituciones. UPyD presentaba (Comisión de Justicia del Congreso, 29-10-09) una proposición no de ley para modificar el procedimiento que en la actualidad se sigue a la hora de designar a los miembros del CGPJ. La proposición trataba de frenar que el poder legislativo designe sin rubor a esos vocales, intentando evitar que endogamia y amiguismo sea aquello que determina el reparto de la tarta.
A día de hoy, recordemos, los vocales del CGPJ están así repartidos: 18 vocales fueron propuestos por PSOE y PP (¡no parece que la propuesta de los 9 y 9 fuera azarosa!), y los otros dos miembros fueron propuestos por CiU y PNV (¡tampoco aquí el azar fue desmedido!: Margarita Uría fue diputada del PNV desde 1996 a 2008; y Ramón Camp ha sido diputado de CiU en el Parlamento catalán legislatura tras legislatura, y también senador de CiU en el Senado, y también diputado de CiU en el Congreso…).
En fin, trayectorias más y menos relevantes entre esos 20 vocales, pero más allá de todo eso, la cuestión es que, de cara a configurar un órgano como el CGPJ, el partidismo quizá resulte un pelín excesivo, ¿no? Tanta independencia por doquier, tanta independencia a manos llenas... hacen que la división de poderes acabe convertida en esto.
UPyD estaba proponiendo, pues, una nueva fórmula de designación que superase lastres que han ido haciendo callo; y sobre todo, especialmente, hacía un llamamiento a que se afrontase con rigor esa reforma, en tanto que, de perpetuarse el actual modelo, la erosión democrática parece incontestable.
Los dos partidazos hicieron oídos sordos, y prefirieron desentenderse del asunto. Ellos están encantados de haberse conocido; y chapotean con alborozo en su “pacto por la Justicia”. Ya es lástima que estos dos partidos mayoritarios, cuando coinciden en algo, tiendan a coincidir en sesgos bastante poco edificantes.
PSOE y PP se esfuerzan en decirnos que no todos los políticos son iguales. Por supuesto que así es. Ni idénticos los partidos ni idénticos los dirigentes y afiliados que conforman cada sigla. No puedo estar más de acuerdo. Pero ese tipo de cosas, además de proclamarlas… se tienen que corroborar. Convendría que PSOE y PP pasen a demostrarlo. Todos los días habría ocasiones para ello.
La racionalidad, que sepamos, no tendría por qué ser erradicada del discurso público. Puede que dos no discutan cuando uno no quiere; pero es obvio que dos no razonan (ni siquiera cuando a ello les invita un tercero) si a ninguno de los dos les apetece. Dos no razonan, cuando de la sinrazón sacan provecho.
UPyD estaba proponiendo, pues, una nueva fórmula de designación que superase lastres que han ido haciendo callo; y sobre todo, especialmente, hacía un llamamiento a que se afrontase con rigor esa reforma, en tanto que, de perpetuarse el actual modelo, la erosión democrática parece incontestable.
Los dos partidazos hicieron oídos sordos, y prefirieron desentenderse del asunto. Ellos están encantados de haberse conocido; y chapotean con alborozo en su “pacto por la Justicia”. Ya es lástima que estos dos partidos mayoritarios, cuando coinciden en algo, tiendan a coincidir en sesgos bastante poco edificantes.
PSOE y PP se esfuerzan en decirnos que no todos los políticos son iguales. Por supuesto que así es. Ni idénticos los partidos ni idénticos los dirigentes y afiliados que conforman cada sigla. No puedo estar más de acuerdo. Pero ese tipo de cosas, además de proclamarlas… se tienen que corroborar. Convendría que PSOE y PP pasen a demostrarlo. Todos los días habría ocasiones para ello.
La racionalidad, que sepamos, no tendría por qué ser erradicada del discurso público. Puede que dos no discutan cuando uno no quiere; pero es obvio que dos no razonan (ni siquiera cuando a ello les invita un tercero) si a ninguno de los dos les apetece. Dos no razonan, cuando de la sinrazón sacan provecho.