Hace un mes, Euronews me pedía algunas impresiones sobre el
preacuerdo de Gobierno entre PSOE y Unidas Podemos. Aquellas humildes
apreciaciones las seguiría manteniendo a día de hoy. Y el tiempo ha corroborado que algunas vertientes de aquel preacuerdo servían como (pre)cedente: en tanto que antesala a dinámicas que encontrarían su continuidad; y en tanto que contextos previos a la cesión.
Por sintetizar cinco puntos que traté de exponer en aquella ocasión:
1. Me da igual si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan o
se besan. Pero sí querría explicaciones. Sin embargo, tras la comparecencia de ambos no se aceptaron preguntas de los periodistas, y desde luego que esa no fue la mejor manera de arrancar la pretendida nueva etapa. Para más inri, ese oscurantista proceder no ha sido aislado, sino que ha ido encontrando prolongación (para ilustrar esta vertiente, cfr. artículo de Daniel Basteiro).
Quienes se llevaran las manos a la cabeza ante el plasma de Rajoy y, sin embargo, ni se inmuten cuando el plasma venga de otras siglas, evidenciarán que su rasgamiento de vestiduras no reivindicaba higiene democrática, sino que simplemente asistíamos a sus interesados escorzos partidistas. Las ruedas de prensa sin preguntas, o con una ridícula y caprichosa limitación de preguntas, no tienen pase. No deberían tener pase: ni con unos, ni con otros, ni con los de más allá
2. Es comprensible que en parte de la ciudadanía exista desazón al comprobar que aquello que fue inviable durante medio año (tras las elecciones del 28 de abril), de repente
se lograba de forma rapidísima. Desazón ante la sospecha de que haya existido tomadura de pelo: por primar el cálculo electoralista al interés general;
por el coste económico que suponía afrontar unos nuevos comicios; por el coste
institucional que conllevaba la incertidumbre y la provisionalidad de estar sin
Gobierno; y por haber brindado la ocasión de que un partido como Vox consiga 52
escaños, y otras fuerzas extremistas de otro signo ideológico también hayan
crecido, como sería el caso de la CUP, de Bildu… (algunas consideraciones más
sobre el resultado electoral, aquí).
3. Pedro Sánchez tiene una extensa hemeroteca, advirtiendo
sobre la peligrosidad de aquello que luego ha pasado a presentarse con perfecta
normalidad. Toparnos con una actuación que parece desoír, de la noche a la mañana, las que habían sido sus declaraciones habituales ("Si hubiera aceptado las exigencias de Iglesias hoy sería presidente del Gobierno. Pero sería un presidente que no dormiría por las noches, como el 95 por ciento de los españoles"; "Yo no voy a ser presidente a cualquier precio", etc) no es un detalle menor. Ya solo eso, por sí solo, requería unas explicaciones que (como se indicaba en el punto 1) no
quisieron darse. Y si Sánchez y destacados dirigentes del PSOE acumulan significativa hemeroteca en la que advierten sobre el peligro de la coalición con Unidas Podemos, no menos hemeroteca presentan en relación a los nacionalistas.
4. Había otras posibilidades de acuerdo. Había otras posibilidades para forjar una mayoría parlamentaria. Esas otras fórmulas convendría, al menos, haberlas explorado. Y aunque cada partido enarbole su argumentario para eludir responsabilidades, las reseñadas posibilidades quedaron sin explorar. Veremos qué pasa a partir de ahora, pero, por lo pronto, cuando se escenificó el rapidísimo preacuerdo entre PSOE y UP, otras vías (como la suma PSOE, PP y Cs) quedaron en el olvido.
En las circunstancias actuales, con nubarrones
muy amenazantes de inestabilidad política, de crisis económica, de deterioro institucional... haber intentado que se consensuaran unos pactos de Estado, haber intentado que el constitucionalismo ganara peso, desde luego que no habría sido descabellado.
Las fórmulas de gobernabilidad que puedan alejarse de la vía constitucional conllevan contraprestaciones y servidumbres que no son las más
alentadoras desde el punto de vista democrático: he ahí esas aludidas precesiones, antesala de cesión.
5. El preacuerdo PSOE y UP ya hacía avistar que la investidura, de llegar, no automáticamente supondría gobernabilidad. La
estabilidad de Gobierno parece bastante más compleja. De modo que, aun
existiendo investidura, podríamos encontrarnos con un Gobierno cuya esperanza
de vida sea corta; y, entretanto, proseguiría al alza la polarización. De ese peligroso clima siempre hay fuerzas que van a sacar provecho: por
ejemplo, los nacionalismos de unos u otros gentilicios, y los populismos/extremismos de todo el arco ideológico.
Coda: se adjunta el vídeo de Euronews (13-11-2019) donde se recogían algunos de estos planteamientos que traté de formularles.