martes, 9 de febrero de 2010

Víctimas todos (salvo verdugos, cómplices y equidistantes)

Se celebra en Salamanca el VI Congreso Internacional sobre Víctimas del Terrorismo. Cuando alguien se inscribe en el mismo, se le pregunta al interesado: "¿Es víctima del terrorismo?".
Creo entender la pregunta, y en modo alguno pretendo comparar. El sufrimiento de aquellas personas a quienes se les ha asesinado a un ser de su entorno más directo... no puede tener parangón con la condolencia sincera de quien ha sido testigo de ese mismo asesinato.

De igual forma, el sufrimiento de aquellas personas que tienen que vivir con escolta, o que han visto su nombre en el blanco de una diana, o que han visto amenazada la integridad de los suyos, o que tienen que mirar cada mañana los bajos de su coche... tampoco tendrá similitud con la pesadumbre de quien se duele (con sinceridad, pero desde fuera) de esas realidades reseñadas.

Hace cerca de una década, Ricardo y Nacho pintaban la escena que se adjunta (El Mundo, 10 de octubre de 2000). Con la precisión y agudeza que siempre caracterizó a sus viñetas, Ricardo y Nacho dibujaban a un repugnante etarra, regurgitando su odio: "Nosotros sólo matamos para liberar a Euskadi. Quien no pertenezca a la judicatura, a la política, al ejército, o al género humano, no tiene nada que temer".

Ante ese certero diagnóstico, ¿quién no puede sentirse víctima? No pueden los verdugos (bastante tienen con matar). No pueden sus cómplices (bastante tienen con estar al frente de algunos Ayuntamientos del País Vasco... para vergüenza de quienes lo propiciaron con su negligencia, y para vergüenza de quienes lo siguen consintiendo con su dejadez). No pueden los equidistantes (bastante tienen con esa mojigata tibieza suya, mediante la que buscan el punto intermedio entre víctima y verdugo, entre justicia y fanatismo: ¡bastante tienen con tan vomitiva actitud!).

El resto de ciudadanía -la ciudadanía demócrata y defensora del Estado de Derecho- podrá sentirse también víctima, porque víctima también es. Y parafraseando la viñeta de partida, diré que no tengo "nada que temer"; pero en cualquier caso, lo que tema, quiero seguir temiéndolo... por pertenecer "al género humano". Sería absurdo eludir lo primero (el temor), por haber renunciado a lo segundo (el derecho a vivir en plenitud, que es vivir en libertad).

Asemejarse a verdugos, cómplices y equidistantes... te anula como persona: eso sí que es suicida.