“(…) hay millones de personas en toda España que son de UPyD; aunque todavía no se hayan dado cuenta del todo”, escribe Rosa Díez en su blog (14-9-2009). La diputada de UPyD considera que acabará llegando el momento en que una ciudadanía “harta” (que “no resignada”) acabará poniendo en su sitio a ese nacionalismo que pretende ser obligatorio, y a ese cansino bipartidismo que aparenta gobernar y simula ser oposición.
Sería síntoma de normalidad democrática que así ocurriera. Que los ciudadanos dejemos atrás tragaderas, conformismo, aborregamiento y sumisión, sería un paso alentador. Que los ciudadanos no nos convirtamos en cómplices comparsas del sectario maniqueísmo, resultaría también provechoso. Cuando los ciudadanos hacen ver que no están dispuestos a mutar en silentes y dóciles súbditos, ya nada es del todo como antes.
Por supuesto que persiste mucho afán en seguir pregonando la palabrería de unos u otros: ciertos medios que incluso dicen ser informativos (?) contribuyen a ese lodazal del sesgo. Pero a pesar de esas derivas, toca seguir trabajando para desmontar tanta simplificación, demagogia, papanatismo y superchería.
El mensaje de Rosa Díez (la existencia de personas en sintonía con UPyD, a pesar de que “todavía no se hayan dado cuenta”) podría hacernos recordar un tema musical. La canción “Jueves”, incluida en el último disco de La Oreja de Van Gogh, nos narra una de esas historias que pudieron frustrarse a consecuencia del 11-M. Dos pasajeros coinciden día tras día en el trayecto. Vienen forzando la coincidencia de horario y de vagón, para posibilitar así su encuentro. El encuentro se vuelve hallazgo, y el hallazgo (recíproco, mutuo, compartido) acaba siendo verbalizado: "Yo aún no te conozco, y ya te echaba de menos".
Algo de esto sucedió y sucede con la llegada de UPyD. Intentemos explicarnos. En el sistema democrático español pueden constatarse goteras, cuyo tratamiento resulta no sólo aconsejable; sino nítida urgencia. Una porción de la ciudadanía percibe esas deficiencias, y entiende que su clase política no ha sabido (a veces ni siquiera ha intentado) afrontarlas con rigor suficiente. Esa insatisfacción ante el conjunto de la oferta política (en Gobierno u oposición, en centro y periferia, antes y después) posibilitó una grata bienvenida a UPyD. Esa demanda desatendida echaba en falta unas siglas… que ni siquiera en muchos casos conocía (de hecho, “el partido de Rosa Díez” sigue siendo una denominación usualmente empleada entre la población y en algunos círculos mediáticos).
El nacimiento de Unión Progreso y Democracia supuso una preclara expectativa: la llegada de un discurso que resultaba inexistente en nuestra escena política. Por todo ello es viable parafrasear el reseñado fragmento de la canción “Jueves”. En escasos seis meses de vida, conociesen o no con exactitud su nombre, ya más de trescientos mil electores mostraron echar en falta a este partido, porque echaban en falta un saneamiento democrático que era necesario, y que no podía sufrir más demoras.
Ahora que está próximo su segundo aniversario, el proyecto de UPyD va siendo ya más conocido, y sigue aumentando el número de quienes lo echan de menos. Prueba de ello son todos esos intereses creados… que se empeñan en echarlo “de más”.
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