Dado que lo peor no es la corrupción, sino que ésta resulte impune, la mayor alarma debiera brotar cuando constatemos: 1. impunidad de origen; 2. impunidad institucional; 3. impunidad mediática; y 4. impunidad electoral, es decir, cuando la corrupción es votada y no botada. El pasado 6 de enero publicaba en La Gaceta de Salamanca esta columna:
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