La profesionalidad no es cosa de seres mitológicos. No es algo reservado a personajes de cómic con poderes sobrenaturales.
Quizá por eso me viene a la
cabeza aquello de Le Carré: “Hay que tener temple de héroe para ser,
sencillamente, una persona decente”. Me topé con ese apunte en Soldados de Salamina (la novela de
Cercas que llevó al cine David Trueba); y veo esa idea personificada
en David Jiménez.
David
Jiménez ha sido corresponsal en Asia durante dos décadas, jugándose el tipo en
más de una ocasión. Sus obras han sido traducidas a múltiples idiomas. Ha
publicado crónicas en los principales diarios internacionales. Ha recibido una
beca Nieman de la Universidad de Harvard. Ha estado en la dirección de El
Mundo. Es columnista en The New York Times. Y, por no alargarnos, su último libro supone ya un antes y un después.
A pesar de eso (o
gracias a todo ello), su insobornable profesionalidad se conjuga con la
sencillez y bonhomía de una persona decente, de una persona íntegra, de una
persona normal. Nada más y nada menos que normal. Quien haya leído El director
sabrá que ese nombre, precisamente, es el que llevaría su periódico soñado: El
Normal.
Cuánto
reconforta encontrarse con personas que, sin grandilocuencias, sin aspavientos,
sin pedanterías… te reconcilian no solo con el Periodismo, sino con el buen
hacer de toda disciplina profesional, y con lo mejor de la naturaleza humana.
Mi
agradecimiento a la Asociación Salmantina de Periodistas (ASPE) y a Letras Corsarias por brindarme la ocasión de
participar en ese enriquecedor coloquio, junto a Elena Martín y el reseñado autor. Muy reconfortante también encontrar la
librería llena de asistentes.
(*) Fecha: 22-5-2019. Fotos: Manu Laya y Alejandro López.