La consultora Deloitte viene indagando -desde hace varias temporadas- sobre las características que presenta el consumo navideño en diferentes países europeos. Por lo que respecta a España, las conclusiones de su estudio parecen bastante lógicas. La crisis económica y ese desbordado desempleo que venimos padeciendo determinaban el dictamen. Este año (se pronosticó) descendería el consumo por hogar, y además desembocaríamos en unos desembolsos navideños "más racionales", que sustituirían a "compras impulsivas" e innecesarias.
Intentemos extrapolar a la política. ¿También los españoles nos decantamos por un consumo político racional? Me gustaría creer que sí, aunque no siempre está tan claro que así sea. La racionalidad en el consumo político -de afianzarse- permitiría vislumbrar una democracia de mayor vigor y solvencia.
Una democracia en la que la ciudadanía se muestre exigente con las distintas fuerzas políticas (independientemente de que le caigan más o menos simpáticas, independientemente de que las haya o no votado con anterioridad), siempre resulta un buen indicio. Que la ciudadanía analice el grado de cumplimiento que conocieron unas u otras promesas; que la ciudadanía sopese aciertos y errores enre el conjunto de la oferta política... siempre resulta más alentador que ese tipo de electorado que tan sólo actúa en función del prejuicio y el sesgo maniqueo.
Si la racionalidad se abre paso en la política, el electorado encontrará numerosos elementos de juicio que llevarse a la boca, y llevarse a la cabeza... y llevarse a la urna. Por ir a un caso de reciente actualidad. Rosa Díez lleva desde abril batallando en el Congreso que se eliminen los privilegios con que cuentan los parlamentarios en materia de pensiones. Tras meses de oídos sordos, antes del periplo navideño acabaron dándole respuesta a la diputada de UPyD. Respuesta previsible y reiterada: el bipartidismo ha vuelto a hacer piña, como siempre que algo afecta a sus intereses particulares y partidistas.
Al igual que ocurrió cuando Rosa Díez llevó al Congreso una auténtica propuesta para despolitizar las Cajas de Ahorro, o al igual que ocurrió, por ejemplo, cuando propuso una auténtica reforma de la injusta legislación electoral; también en esta ocasión, PSOE-PP, PP-PSOE han vuelto a defender su privilegiado statu quo.
El electorado bien podrá juzgar. ¿Es "racional" tratar de erradicar esos injustificados privilegios? ¿Y qué partido aboga por erradicarlos y qué partidos se muestran bastante conformes y satisfechos con que se mantengan?
[Dicho sea de paso, UPyD en Salamanca también ha preguntado a los candidatos municipales de PP y PSOE. ¿Están dispuestos Mañueco y Cabero a distanciarse del criterio defendido por sus partidos? Ni uno ni otro, por el momento, han querido responder. Tanto su respuesta (si se produce), como la ausencia de la misma contribuyen a que en la sociedad pueda forjarse un juicio racional al respecto. Una forma de ir calibrando a unas y otras candidaturas. Una forma de ir percibiendo en cuáles existe mayor compromiso por la ciudadanía... o en cuáles existe, preferiblemente, defensa de los intereses creados].
Aquella ciudadanía que en vez de racionalidad se decante por simplones etiquetados, pronto comprobará cómo se merma su potencial regenerador. Algo de esto venía a contar Fernando Savater en la presentación oficial de UPyD (29 de septiembre de 2007): "(...) El problema son las personas que, cuando ya han decidido que son de izquierdas o de derechas, dejan las neuronas, dejan el cerebro, y ya no les funciona la cabeza nunca más. Esto es el peligro". Certera -como acostumbra- reflexión de Savater. No podría explicarse mejor (cfr. vídeo más abajo).
En el ámbito comercial, extraño sería que un consumidor volviese a otorgar su confianza a una marca que ya le hubiera engañado con alevosía previamente, o que ya le hubiera ofrecido un servicio manifiestamente insatisfactorio. Raro sería. Más raro debiera ser -y más nocivo e inquietante- que en el mercado político renunciásemos a ese aludida racionalidad.