jueves, 17 de mayo de 2012

Etiquetados comerciales versus etiquetados políticos

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Las etiquetas (no hablo de marcas, sino de etiquetas) prestan un sobresaliente servicio. Encuentran su razón de ser en dos derechos básicos del consumidor: seguridad e información. Permiten conocer las características del artículo, el origen, la composición o la caducidad; además de suministrar las instrucciones de uso, advertir sobre los riesgos más previsibles… y un largo etcétera. Así ocurre en el ámbito comercial. En el escenario político, sin embargo, las etiquetas “izquierda y derecha” no presentan tantas ventajas.
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La cultura política existente en España presenta gordísimas flaquezas. Botón de esa muestra es el apogeo de los simplismos izquierda-derecha. En el mejor de los casos, resultan reduccionistas; en los supuestos más habituales, tales etiquetados se orientan por la deriva sectaria, demagoga, maniquea y envilecedora.
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Esos simplones etiquetados políticos se vuelven tanto arma arrojadiza (para demonizar al que han convertido en `enemigo´), como autobombo con el que la facción de turno se etiqueta a sí misma (para buscar el aplauso populista de la respectiva claque).
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Son etiquetados bastante vacíos de contenido, pero llenos de visceralidad e indefinición. Etiquetados que mienten más que hablan; que distorsionan más que describen; y que aspiran a tergiversar antes que a suministrar un diagnóstico racional, fidedigno y clarificador.
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Un partido como UPyD decidió, desde su nacimiento, renunciar a tales simplezas. En el propio arranque de su Manifiesto fundacional, UPyD plantea: “(…) los ciudadanos no nacen siendo ya de izquierdas o de derechas ni con el carnet de ningún partido en los pañales. (…) consideramos a los ciudadanos capaces de pensar por sí mismos y de elegir en consecuencia, de acuerdo con las ofertas de los partidos y su experiencia de la situación histórica que vivimos. Por tanto no creemos que nadie esté obligado a votar siempre lo mismo o a resignarse a las opciones políticas vigentes, cuando ya le han decepcionado anteriormente”.
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Frente al esquematismo izquierda-derecha, UPyD prefiere apostar por el progreso: por aquellas ideas concretas (nada de abstractas nomenclaturas) que verdaderamente ensanchen el potencial de la ciudadanía, que auténticamente contribuyan a la calidad del sistema democrático. Es progresista –añade el aludido Manifiesto- “luchar contra las tiranías que pisotean la democracia formal, así como contra la miseria y la ignorancia que imposibilitan la democracia material”.
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Esos tres mecanismos esclavizadores (tiranía, miseria e ignorancia) son los que el progreso intenta derribar; mientras que los postulados reaccionarios (sean de la llamada izquierda, sean de la llamada derecha) tratarán siempre de perpetuarlos.
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Los etiquetadores de guardia se esfuerzan por seguir repartiendo marchamos de izquierda o derecha; avales de `derechismo´ o `izquierdosidad´. Esos etiquetados les sirven como `patentes de corso´ (para justificar lo injustificable a los propios; y para no reconocer nunca mérito alguno a los ajenos). Los etiquetadores de postín distribuyen así sus arbitrarios carnés de `buenos´ y `malos´.
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Dado que UPyD escapa a los reseñados automatismos, descoloca a los etiquetadores de uno y otro sesgo, ganándonos la animadversión de todos ellos. Bien está que así sea. El sectarismo de unos nos hace pasar como de los otros, y el sectarismo de los otros nos hace pasar como de los unos. Allá cuentas.
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Quienes frente a los propuestas de UPyD no tienen otra cosa que aportar que no sea el cliché y encasillamiento del etiquetado… pues bueno, pobrecillos. Como apunta también el Manifiesto: “nos apiadamos cordialmente de quien carece de mejores argumentos para descalificar al adversario” [en este sentido, puede consultarse la intervención de Rosa Díez en Salamanca, 27-10-2011].
Asimismo, en la presentación del partido (29-9-2007), Fernando Savater recordaba una noticia que se había conocido por aquellas fechas (cfr. vídeo adjunto). Unos investigadores universitarios habían descubierto que las neuronas de las personas de izquierda funcionan de forma distinta a las neuronas de las personas de derechas. Savater comentaba, con maestría: “A mí esto me interesa, pero no me preocupa. Mientras funcionen las neuronas y el cerebro, vale. El problema son las personas que, cuando ya han decidido que son de izquierdas o de derechas, dejan las neuronas, dejan el cerebro y ya no vuelve a funcionarles la cabeza nunca más. Ése es el peligro”.
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Ciertamente. Ése es el peligro. Peligro en el que cierto periodismo, cierta intelectualidad, cierta clase política… no ha tenido el menor rubor en rebozarse
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Artículo publicado en Tribuna de Salamanca, 11-4-2012.