domingo, 7 de febrero de 2016

Fernando Savater: el coraje cívico de no esconderse


Fernando Savater es una admirable simbiosis de brillantez intelectual y coraje cívico. Y todo ello envuelto en ese tono cercano, comprensible, desenfadado y jovial que tanto le caracteriza. Fernando Savater es sabiduría (sin petulancias), grandeza (sin postureos) y ejemplaridad (de la que reconforta).

Explicaba en uno de sus artículos un significativo pasaje de su infancia. En los circos de aquella época, las jaulas de las fieras se disponían en las proximidades de la carpa, de modo que en los horarios en que no había función, los animales resultaban bastante accesibles para el público. Un día, aquel pequeño Savater se topó con un tigre de bengala dormido, y no pudo resistirse a acariciar su testuz (ganándose, claro, la bronca posterior de su abuelo Antonio).

Aquello debió resultar premonitorio, puesto que Savater, ya crecido, toda su vida ha seguido colocando la mano al otro lado de los barrotes. Ya no porque esas otras fieras estuvieran dormidas (sino porque sabía, precisamente, que estaban más que despiertas), y desde luego ya no para acariciarlas (sino para plantarles cara con decidida convicción).

Ésta ha sido una constante en su trayectoria. Y de ahí que se buscase complicaciones en la dictadura franquista (y eso le llevó a la cárcel, y eso supuso que le apartaran de la Universidad); y de ahí que estuviera en el punto de mira de los asesinos etarras durante años y años; y de ahí que los nacionalistas de todo signo le consideren una variante de Belcebú o un vasco echado a perder; y etc, etc, etc.

Son múltiples los charcos y jardines en los que Savater ha entrado. Y no entra de forma caprichosa. Entra con la veracidad de los hechos y el argumento racional. Y entra para defender derechos y libertades de la persona; para denunciar atropellos contra las instituciones democráticas; para salvaguardar el concepto de ciudadanía; o para combatir zafias simplezas, populistas monsergas, manipuladores engaños y fanáticas enajenaciones.

"No hay página de Chesterton que no contenga un deslumbramiento", apuntó Borges. Pues bien. Igual sucede con Savater: siempre hay deslumbramiento, siempre hay hallazgo, siempre te suministra aprendizaje.

Aunque no compartieras lo que te está diciendo, con Savater siempre puedes aprender: aprendes por lo que dice, aprendes por cómo lo dice, y aprendes porque lo dicho te va a conducir a otro autor, a otro libro, a una determinada película, a una determinada música, a un determinado cómic... Savater es una invitación a seguir buscando.  

No me detendré en relatar su excepcional y extenso currículum. Es uno de los pensadores más influyentes del mundo (Savater nunca daría relevancia a este tipo de datos, pero es de justicia recordar aquello que han atestiguado revistas como Prospect o Foreign Policy). Ese dictamen no es azaroso: cincuenta años de colaboración en medios prestigiosos; libros que son referencia en el análisis ético y político de la actualidad, en la divulgación filosófica, en el campo educativo, en la crítica cultural, en la creación literaria…; multitud de idiomas a los que han sido traducidas muchas de sus obras; abundantes honoris causa con los que ha sido galardonado en distintas universidades del planeta; o inacabables premios que ha ido obteniendo a lo largo de su itinerario.

El elenco de condecoraciones abarca su faceta de articulista (premios periodísticos de tanto reconocimiento como el Ortega Gasset, el Mariano de Cavia, el Francisco Cerecedo…); su faceta de ensayista (Premio Nacional de Ensayo, Premio Anagrama, Premio Internacional de Poesía y Ensayo Octavio Paz…); su faceta de novelista (Premio Primavera de Novela, Premio Planeta, Finalista del Planeta…); o, por no alargarnos, su faceta como activista de los derechos humanos y las libertades públicas (Premio Sajarov que Savater recoge en nombre de la plataforma Basta Ya).

No hará falta enumerar más. Esa enumeración, por exhaustiva que sea, nunca reflejaría cuanto de meritoria resulta su carrera en términos creativos, pedagógicos y democráticos. Y ninguna enumeración jamás alcanzaría a plasmar el inmenso magisterio de su actitud: una actitud comprometida, vital y alegre, a pesar de todas las penas y dificultades que toque lidiar.

Mientras algunos prefieren el silencio cómplice y acomodaticio, Savater siempre ha optado por no callar. Mientras algunos escurren el bulto, Savater siempre ha optado por mirar de frente. Mientras algunos se decantan por interesados y rentables disimulos, Savater siempre ha optado por no esconderse. Así son las personas libres.

@osanchezalonso 

 
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(*) texto de lo que fue la presentación oral de Fernando Savater, previa a su intervención en la Facultad de Comunicación de la UPSA, 3-2-2016
(**) fotografías: Enrique Carrascal.