Las columnas de Maruja Torres van encabezadas con el clásico epitafio: "Perdonen que no me levante". Pues muy bien. A mí, que se levante o que se siente me importa lo mismo: casi tanto... como NADA. Si le parece, puede escribir sus artículos recostada o erguida; repachangadita en su sofá o haciendo el pino puente; ejercitando la genuflexión... o en primer tiempo de saludo. Como desee.
Ahora bien, si la señora Torres decide pedir disculpas, preferible sería que las pidiese por lo que sí las merece: el insulto, por ejemplo. Maruja Torres es una de esas profesionales en las que a veces el insulto sustituye al argumento. Obsérvese que he escrito "a veces", por aquello de intentar ser justo... ¡y por si le pudiera servir (a ella) de precedente!
Maruja Torres insulta tan sólo de unas guindas a unas brevas que suele cosechar con periodicidad. Vayamos con una de brevas acontecida hoy mismo: "Acabo de recibir mensaje de Javier Bauluz, nuestro premio Pulitzer de Fotografía, que tiene en su haber, además de otros premios, haber ganado en los tribunales a una de las ratas más retorcidas que habitan en esta profesión, cuyo nombre les ahorro para que no vomiten" (Maruja Torres: "Periodismo humano", en El País, 4-3-2010).
A la susodicha le basta con el vómito. A mí, no. Por ese motivo, yo no quiero dejar de subrayar el brillante trabajo que ha realizado Arcadi Espada sobre la fotografía en cuestión de Bauluz. Como en tantos otros frentes, Espada brinda ahí una inmensa lección de periodismo.
Entretanto, y además de los insultos, Maruja Torres propicia en su párrafo un interesado equívoco, pretendiendo confundir "los tribunales" con la resolución que perpetró en 2003 la FCIC (Fundació Consell de la Informació de Catalunya). Quien tenga curiosidad y no haya tenido ocasión de seguir el asunto, que se anime a sopesar la elaborada argumentación de Arcadi Espada... frente a las torpes y vergonzantes réplicas con las que trató de rebatirle la reseñada FCIC.
Vayamos con otra de guindas. La periodista, en este caso, comenzaba advirtiendo una "parte buena" en el calentamiento climático. Si éste se precipitase, nos liberaría de unas cuantas cuestiones y personas. En su enumeración, figuraba de forma protagónica "el sinvivir de la albóndiga mediática intentando encontrar Goma 2 aunque sea en el conejo de su madre" (Maruja Torres: "Oigo voces", en El País, 8-2-2007).
¿Ven? Este tipo de intelectualidad es lo que tiene. Y lo más curioso (también lo más triste) no es sólo su tendencia al insulto. Lo sorprendente es esa licencia de la que goza. Maruja Torres, como algunos otros, disfruta de legitimidad para insultar. A ella le está permitido. Lo que en otros sería repugnante amarillismo, insoportable voluntad descalificatoria, inaceptable sectarismo o torticero ejercicio maniqueo; en ella, cómo no, pasa a convertirse en una valiente muestra de periodismo comprometido. ComprometidíSISISISImo, por supuesto.
La supuesta superioridad moral (esa infecta presunción que se autoatribuye cierta izquierda y cierta derecha) parece explicar la sinrazón. La supuesta superioridad moral con que se revisten, de manera excluyente, algunas izquierdas y derechas... conduce a estos paisajes.
Lamentablemente, esas izquierdas y derechas reaccionarias (incapaces de ir más allá del estereotipo y el simplón etiquetado) protagonizan buena parte del discurso político envolvente. Perdonen que no las aplauda.